martes, 20 de octubre de 2009

Parece que viene el Mesías

¡PARECE QUE VIENE EL MESÍAS!
Richard Roselló

Solo si ocurre un milagro. ¿Quién sabe? Y un milagro espera la población penal en Cuba, que hoy excede los 80 mil internados de régimen severo, en más de doscientas prisiones.

No es el Mesías, se trata de Manfre Novac, relator especial del Consejo de Derechos Humanos de la ONU para casos de torturas y otros tratos crueles y degradantes.

En verdad será el Mesías de la esperanza cuando nos visite, posiblemente en el mes de noviembre. Los presos están sorprendidos por la rehabilitación que sufre sus establecimientos penitenciarios. .

Los cambios que se introducen son novedosos y paradójicamente, “desproporcionados”. Y es lógico. Para quienes no han visto tras un muro, el color y sabor de un cambio, cualquier novedad les parece sorprendente.

“Están haciendo cosas que nunca han hecho en veinte años que llevo en prisión”, asegura estupefacto un recluso, vía telefónica.

“¿Qué esta pasando?” “Estamos ansiosos por conocer que sucede”. Es la preguntan que todos se hacen.

“¿Viene el Mesías?” preguntan algunos.

Para Juan Rey Calderón Chapman, un prisionero que purga treinta años de cárcel por un delito de robo, nos dice que está conmovido.

Desde la Prisión Cuba Si, un penitenciario de alta severidad en la provincia de Holguín, nos hacen la pregunta del siglo. ¿Viene el Papa a Cuba?

Nada de eso. Quien viene es Don Justicia.

Se han entregado módulos nuevos de cama, colchones, sabanas, tenis, calzoncillos, vestuario, medias, toallas y cepillos de diente. Están pintando el comedor y todas las áreas. Se reconstruyen los baños y las salas de visita. La enfermería recibe nuevo equipamiento. La prisión se abastece de novedosos medios de oficina. Se enchapan en azulejos las paredes en los comedores. Se abren nuevas salas de juegos de ajedrez y dominó. Hay cambios de duchas e instalaciones sanitarias. Se colocan teléfonos donde nunca existieron. Las áreas deportivas se acondicionan. Se reduce el hacinamiento en la prisión. Donde hubo cuartos con tres literas, se colocan dos; una compañía de 90 hombres, se reducen a 50. Se modernizan las aulas donde se imparten clases y se entregan nuevos equipos de computación.

Hasta ahí, todo está bien. Pero, ¿nosotros qué?, nos dicen. ¿Qué harán con aquellos que llevan treinta años pidiendo a gritos que le revisen sus causas? Aquellos que llevan una vida en prisión y no han aprendido nada, sino a convivir entre el horror y el error. ¿Quién hará justicia por ellos?

ENGAÑOS AL BOLSILLO
Richard Roselló

Cualquiera queda paralizado al entrar en un agromercado de la Ciudad de La Habana. La variedad y belleza de los productos en ofertas “parecen haber sido sacado de una vidriera”, alude una señora admirada.

Las fruta bomba, jugosas y grandes, con esa hermosa tonalidad de color rozado por dentro y amarilla por fuera. Los plátanos de frutas con su amarillo pollito que indica que están listos para consumir. El verde intenso del aguacate, inmaculado para una buena ensalada. Igual el limón, la guayaba, el mamey, el mango…

Sin embargo la tentación engaña al apetito y al bolsillo. Lo que sus ojos ven, no es real, salvo los precios que siguen anclados en las nubes. La libra de tomate a 20 pesos, la naranja dulce a 4 pesos la libra. Y la de fruta bomba a 4 pesos

Los cubanos gastan entre 60 a 100 pesos semanales promedio para hacer compras en los mercados de oferta y demanda. Usted lleva a casa lo exclusivo y lo mejor. Eso cree. Pero usted no sabe que ha sido engañado.

A Irene le resulta difícil pensar que ha sido estafada. El mango amarillo, listo para un buen batido, no estaba maduro. Y probó con el limón; estaba desesperada por uno refrescante para engañar el calor. Sorpresa: el limón no tiene una gota de sumo. Miró de reojo el tomate de un rojo marrón. Lo pica en rebanadas. Pero no. Ni tiene zumo, ni sabor.

A Zenaida, mi vecina, le ha sucedido igual. Se cuestiona qué extraña disposición subyace detrás de los mostradores. Intenta serenar su malestar con un plátano. De pronto, siente que “el sabor es insípido y duro”.

Orlando tuvo una idea que desechó por experiencia. Cuando compra en el mercado pone a madurar las frutas tres días más, aunque aparenten estar maduras. A la tercera vez, se convenció que los productos se descomponían casi todo. La pérdida era de 48 hasta 70 pesos, según sus cálculos.

Bertha ha chocado mil veces con la misma piedra. Y ha hecho otras mil denuncias a los vendedores. Para colmo, obtiene una mirada esquiva y un silencio cómplice. “El problema es que existe una degradación moral, por dinero son capaces de venderte hasta un muerto con Flor de Imé”, indica la octogenaria señora del reparto La Víbora.

Decenas de personas están reclamando por las mismas razones. Y la mayoría asegura que ya es parte de una pandemia de engaño al consumidor.

Los vendedores maduran las frutas con un líquido llamado Flor de Imé. Es una hormona química que estimula las células de la maduración en detrimento del producto agrícola. Aparentemente esta maduro por fuera y tierno por dentro. Esto hace, que interrumpa la concentración de azúcar en el fruto.

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