martes, 8 de mayo de 2012

El Esplendor del Delirio

Frank Correa Tal vez el mayor aporte en el campo de la obsesión por planificar del sistema socialista sea la OFICODA, oficina de control de alimentos, sin dudas la mayor vigilancia que ha existido sobre los ciudadanos. Estas oficinas municipales, como en el ajedrez donde se anota cada movida para llevar la historia del juego, guardan en sus voluminosos legajos el conteo de cada paso del individuo por la vida, cada cambio de domicilio, cada libra de arroz ingerida, o de azúcar, mes por mes, cada cumpleaños de un niño para el cake de la fiesta, cada libra de pollo, cada canastilla de embarazada, las dietas por enfermedades, todo un laberinto registrado hasta el detalle. La ley que activó el sistema de oficodas en Cuba puede considerarse como el esplendor del delirio, de los ideadores de la revolución socialista, un sólido engranaje de legislaciones que rigió el igualitarismo paternalista tomado como premisa, que a la larga decantó en una actualización del modelo mediante un sistema de reformas, a base de reducción de subsidios, eliminación de prebendas y gratuidades, y autorización del trabajo por cuenta propia. Las montañas de papeles que circundan las oficodas municipales de toda Cuba, han visto pasar ante ellas en este medio siglos a millones de cubanos que mediante los trámites exigidos para la vida en sociedad socialista, informan cada paso a los controladores del estado. Tanta burocracia esconde implícito un ingenio sutil, que puede enmarañarse si el individuo no cumple a cabalidad con el tedioso papeleo. Un ejemplo es el de Beily Mariam, que nació en la vivienda de Playa donde residen sus padres, quienes tuvieron que ir hasta Palma Soriano con ella recién nacida a inscribirla y poder asentarla en la OFICODA, porque la ley exige que la madre debe poseer dirección de La Habana. Otro caso similar es el de Genaro, de 57 años y vecino del barrio Ramirito, en Santa Fé, que vio nacer y crecer a sus tres hijos en La Habana y hacerse hombres, y nunca pudo asentarlos en la OFICODA de Playa, sino de Camaguey, por no tener tampoco el cambio de dirección. Genaro resolvió el problema casándose en el bufete colectivo con una vecina domiciliada en La Habana, por un regalito. beilycorrea@yahoo.es

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