martes, 31 de mayo de 2011

MARTÍ Y LOS TRABAJADORES

Frank Correa


La madre de nuestro apóstol José Martí, junto con sus hermanas, trabajaron a domicilio, también en confección de ropas y otras labores manuales, mientras que el padre fue obrero cordelero y sastre, luego sargento artillero, celador y juez pedáneo, sus ingresos resultaron siempre insuficientes para cubrir las necesidades de una familia que llegó a contar con diez miembros, pero ejerció decisiva influencia de principios éticos en el rechazo a los privilegios injustos, a la holgazanería, predicando con su honradez y austeridad forjó profundos sentimientos de gratitud en el joven habanero.

Espoleado por la precaria situación de su familia, dotado de una inteligencia superior y convertido en alumno del patriota Rafael María de Mendive, Martí comprende lo que representa para Cuba su status colonial y lo necesario de la independencia, desde el aula comienza su lucha contra la dominación española, que a partir de entonces constituiría la razón esencial de su vida.

Preso y condenado a trabajos forzados, conoce en las canteras de San Lázaro al anciano campesino Nicolás del Castillo y al niño Lino Figueredo, a los que se les impuso una lenta muerte a latigazos, y a un muchacho negro de doce años, que llevaba remachada a su pie la cadena de diez años de presidio. Estos hechos dejan en su alma una huella tan profunda como la llaga marcada en su pierna para siempre por el grillete.

Deportado a España, consagra por entero su vida a luchar por la libertad de Cuba, allí tiene sus primeros contactos concientes con los obreros, en Madrid y Zaragoza colabora con periódicos proletarios, escribe artículos que resaltan las contradicciones de las clases sociales, diseñando los métodos que debían utilizar los trabajadores para conquistar sus reivindicaciones.

Visita Centro y Sudamérica, conoce a los indios, se identifica con los campesinos, entabla relaciones con la intelectualidad progresista, discute con políticos y economistas, pero sólo enfrenta en toda su crudeza el problema social de la época cuando llega a los Estados Unidos.

Su relación con los tabaqueros de Tampa resulta determinante para organizar desde el exilio la guerra necesaria. Su crónica sobre el crimen de los obreros de Chicago y su epigrama Honores a Karl Marx, que ha muerto, constituyen sin dudas sus mayores advertencias a los trabajadores del mundo de estar alertas contra las oportunistas interpretaciones de los caudillos sobre los procesos históricos.

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