martes, 31 de mayo de 2011

RETRATO DE CUBA.


Guillermo Padilla Alfonso.

Un muchacho de 18 años, agente de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), conversa con una anciana- al parecer su abuelita- , en un parque de Ciudad de la Habana :

--Escogí ser policía para liberarme del Servicio Militar, pero ha sido peor el remedio que la enfermedad, nunca debí haber cometido semejante error.

Su rostro reflejaba tristeza, arbitrariedad y honestidad. Ante la insistencia de la abuela que hablaba alto en un lugar público diciendo que el trabajo del muchacho y sus funciones eran altruistas, y debía sentirse orgulloso por ello, el muchacho aparentemente sintió miedo por su confesión; cambió de repente a una fisonomía hipócrita, otro tono de voz, ahora envalentonado repetía a cada frase de la mujer: --Sí, sí, sí…

En la próxima esquina unos muchachos de enseñanza Media y Superior conversan en confianza. “Esta vez sí nos va a ser difícil escaparnos, el director dijo que si no vamos a la marcha perdemos 10 puntos en su escalafón académico”.
-“No, y a nosotros nos dijeron que no tendíamos puntos adicionales por buen aval político”
-“Caballero, pa´ qué cogen lucha. Llegamos por una esquina, cogemos la merienda y nos escabullimos a fiestear. Nadie lo va a notar.”

A una cuadra de allí, un ex presidente de un Comité de Defensa de la Revolución (CDR), arremete contra el sistema y gobernantes en privacidad. Luego participa de una reunión para analizar los nuevos lineamientos del Partido y sigue conservando el discurso oficialista.

Más allá una turba enaltecida lanza chapapote y piedras contra una casa sede de una agrupación pacífica que disiente del gobierno. No le importan los niños que allí viven, ni los ancianos. Ellos tienen permiso para actuar a sus anchas sacar todo el odio que encierran por la falta material y espiritual.

Da vergüenza que de las entrañas del sistema emerjan la alabanza, la lisonja y aplausos (incluidas las prebendas económicas, de las cuales no se publica nada) a la traición, la doble moral, el veneno de la duda y la enemistad hacia todos los que te rodeen.

Un periodista independiente que camina en la ciudad, mientras observa y escribe, sueña que no se siembre más el odio entre nosotros; que no se estimule más la chusma y la patraña contra quienes desean democracia verdadera y genuina; que todos puedan expresar sus ideales libremente sin tapujos ni chantajes. Vivir coherentemente con moral y dignidad.


Sueña también con una Cuba nueva donde todos nos perdonemos y empecemos de cero a vivir como verdaderos hermanos por la gracia de la nacionalidad y ser hijos de un mismo Padre Creador.

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