martes, 28 de junio de 2011

LA TOSUDEZ DEL PALESTINO


Frank Correa


El habla popular es sabia, bautiza las cosas con sus patronímicos precisos, por ejemplo en Cuba a los emigrantes que vienen desde las provincias orientales a la capital en busca de mejores condiciones de vida los llaman “palestinos”.

Con la instauración del periodo especial a raíz de la caída del campo socialista, el gobierno cubano emitió la ley 217 para frenar esa avalancha que desembarcaba por las terminales de trenes y ómnibus desde el interior del país. Muchos se casaron y vivieron en casas de sus cónyuges, otros compraron apartamentos, terrenos, construyeron y ampliaron, para recibir a los familiares que habían quedado a la zaga en las provincias.

También proliferaron en la periferia los “llega y pon”, que eran chozas construidas con retazos de tablas y cartones que luego se volvieron barrios, la Dirección de Vivienda Provincial ordenaba demolerlos con buldózeres y a la mañana siguiente sus moradores volvían a levantarlos, un ciclo que culminaba muchas veces con la resignación de las autoridades.

El palestino que se ha asentado en La Habana, al igual que ese otro que fue obligado por el comunismo a moverse hacia el norte, es por necesidad vital una fuerza productiva activa que debe poner un extra de imaginación, constancia y sacrificio para alcanzar un sitio en la tierra escogida para vivir.

Vemos muchos de los llamados “palestinos” dueños de negocios y en el mercado negro tienen clara mayoría, se distinguen también en los deportes y en la cultura, pero en el seno de la sociedad no siempre son bien visto, se les achacan los problemas del hacinamiento habitacional y la escasez imperante, resultados de la crisis económica, social y política que oscurece a Cuba.

Quién pernocta en La Habana sin la autorización expedida por la 217 corre el riesgo de ser deportado en tren a su lugar de orígen. La maldad de esta ley consiste, en solicitar al emigrante una cantidad de documentos y trámites burocráticos que resulta muy difícil cumplir.

Hasta hace poco se devolvía un vagón semanal de ilegales recogidos en la calle, pero muchos regresan otra vez, incluso en el mismo tren. Algunos se bajan en paradas intermedias y toman un vehículo de vuelta. Conozco a uno que se tiró con el tren andando antes de llegar a Guanabacoa y realizó el retorno a pie, a “la capital de todos los cubanos”.

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