jueves, 29 de septiembre de 2011

LA TAREA DEL INDIO

Frank Correa


Demostrarle de manera irrefutable a cierta gente la escasez en Cuba, tal vez resulte la tarea del indio, porque uno sale a la calle y lo primero que encuentra es a un curda con la botella en la mano y tremendo fandango.

Y a la chica que amaneció luchando en la pista y regresa a casa con una jaba llena. Y a la otra que sale emperifollada a relevarla en la Quinta avenida. Y al pueblo entero con jabas en la mano a la caza de viandas y vegetales para el almuerzo, y de un pedazo de carne del puerco que alguien mató en su casa para vender, o tras el picadillo, los huevos, o lo que aparezca.

Y si la panadería está rota entonces mejor para Tabaco, el dependiente del pan de 10 pesos, y también para Mingo, que montado en bicicleta pasea todo el pueblo pregonando el pan que trae desde Lawton y vende a sobre precio.

En un pueblo de pescadores como Jaimanitas lo único que se encuentra con cierta facilidad es el filete de claria y las croquetas del Mercomar, los plátanos burros y los boniatos. Casi nunca hay calabaza, ni yuca, ni rábano, ni zanahoria, ni habichuelas, ni col, ni pepino.

Un hormigueo constante de jaimanitenses anda todo el día del pan a la bodega, a la carnicería, al puesto de viandas, preguntando quién mató puerco y qué queda, aunque sea la cabeza, o las patas, cada cuál cargando su pequeña victoria en una jaba, con la certidumbre de otra jornada ganada, entonces el concepto de escasez puede volverse relativizo.

En un periplo de dos días que sostuve por casi todas las tiendas de divisas del municipio Playa, en busca de una frazada de piso, un bombillo y una sombrilla, constaté que estos productos no existían. Coincidí varias veces con personas que como yo buscaban por las tiendas palanganas, colonia para bebés, estropajos de fregar, extensiones eléctricas, antenas de televisor, en vano.

Casi al final, de casualidad, encontré en el mercado Flores sombrillas. Pedí una. La dependiente me dijo en el oído que iba a ser sincera, no me las recomendaba, estaban defectuosas.

Antes de irme del mercado comenté que a falta de frazada de piso iba a coger un pulóver para limpiar. Una mujer de la cola se me acercó, me dijo bajíto que donde había era en La coronela, del municipio La Lisa, pero que no se lo dijera a más nadie.

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