jueves, 1 de diciembre de 2011

ÑICA LO RECUERDA BIEN

Por Tania Díaz Castro
Ñica lo recuerda bien, porque cuando triunfó la Revolución, en enero de 1959, ella tenía 20 años. Batista se había ido de Cuba y los guerrilleros del Movimiento 26 de Julio bajaban de las lomas. Al fin terminaba la guerra, las bombas revolucionarias dejaban de sonar y se esperaba que Fidel fuera el mejor gobernante de la historia.
Camajuaní era un pequeño pueblo villaclareño, muy parecido a todos los que componen la provincia: veinte mil habitantes y una extensión de 617,5 kilómetros cuadrados. Tan pequeño como Manicaragua, Santo Domingo y Corralillo. Con hombres notables, como Leoncio Vidal Caro, un ilustre patriota de la Guerra de Independencia.
Hoy, Camajuaní casi es el mismo, con el doble de habitantes. No se produce el buen refresco Cuquito, el agua mineral Lobatón, y aquellos zapatos de hombre que podían competir con los mejores de Italia. Hasta en el Central Fe, donde se muele la caña, apenas se oyen pintar sus trenes.
En su casita de siempre vive Ñica, una anciana de piel negra, que me cuenta de un hecho que muchos han olvidado: el conflicto del Parque Leoncio Vidal y de las sociedades El Liceo y La Colonia Española, exclusivas para blancos.
-Muy agradable era el parque, siempre limpio, con sus cómodos sillones de hierro, su glorieta donde la Banda Municipal tocaba valses y melodías patrióticas. Allí, durante muchos años, la gente se paseaba de un extremo al otro, alrededor de la glorieta, los sábados y domingos. La parte lateral le correspondía a los negros y mulatos y el centro, mucho más amplio, a los blancos. Ellos tenían sus sociedades y nosotros la nuestra. Este tipo de paseo no sólo se hacía en Camajuaní, también en todos los pueblos y capitales de provincia del país.
¨ Con la Revolución, y sin que nadie lo esperara, un alcalde negro que llegó a Camajuaní, que fue rechazado por todos por ser negro, dio la orden, a nombre del Movimiento 26 de Julio, de abolir aquella tradición de los paseos en el parque y las sociedades de blancos, alegando que había que eliminar la discriminación racial. Entonces todo se complicó. Los blancos no lo aceptaron. Nosotros tampoco, teníamos nuestro orgullo. En el parque nunca más se han realizado los paseos y las sociedades estuvieron inactivas largos años. No sé si fue un error suprimir nuestras más viejas tradiciones, sobre todo de forma tan brusca, pero sí recuerdo que a partir de esos días, nos miramos peor que nunca blancos y negros, porque aquella disposición, rechazada por todos, revivió el racismo.
¨ Es el tiempo quien se ha encargado de ir poniendo las cosas en su justo lugar. Ahora se ven algunos matrimonios interrraciales entre jóvenes y muchos de ellos comparten en la Colonia, convertida en Círculo Social. Allí van mis hijos y nietos, pero yo, como todos, no fui nunca más al parque. No hay un camajuanense que no recuerde con tremendo dolor aquel conflicto.
Santa Fe, octubre 2011

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