jueves, 8 de octubre de 2009

El Cambio

EL CAMBIO. Ana Margarita Perdigón Brito.

Sancti Spíritus, octubre de 2009. Hace más de diez años el gobierno de nuestro país podía ocultar la realidad de Cuba, que no ha sido capaz de mantenerse por sí misma económicamente. El campo socialista fue un pilar que incidió para cegar el entendimiento del pueblo trabajador. Casi todos creían que el comunismo era el paraíso, y que estábamos en el escalón del socialismo, a punto de alcanzar el árbol de la vida eterna.

Tristemente para muchos, en 1990 la Unión Soviética se desplomó, y el más asombrado fue Fidel Castro, a quien le tomó por sorpresa. Ese tal vez sería el primer infarto cerebral que sufrió, pero su camaleónica maldad aún tenía artimañas para justificar nuestra triste realidad. Gracias a los Estados Unidos, él se quitaba el golpe de encima; toda su derrota la descargaba poniendo como culpable al llamado “bloqueo”.

No creo que él fuera tan inteligente; pienso que la causa de la ceguera cultural y política es la gran confianza que puso en él parte del pueblo, al que desde el principio él engañó. Creo que es la enorme ignorancia que él sembró en cada aula, en la que los niños eran programados como robots o cotorras repetidoras de las sandeces gobiernistas que los rusos le enseñaron.

Han pasado muchos años, y la situación se agrava cada vez más, sin posibilidades de solución. El régimen sólo trata de justificarse con una maquinaria de mentirosos que se exhiben constantemente en los medios informativos, tanto de la radio como de la televisión.

Después apareció el payaso Chávez, con sus ridículos teatros, cantos y palabrerías baratas en sus discursos. Éste, con su petróleo a 160 dólares el barril, creyó que era El Elegido o el rey del Olimpo. Pero se olvidó que la vida es un cachumbambé, unas veces abajo y otras arriba. Ahora su popularidad en América se ha desteñido; ni siquiera cuenta con el preciado combustible que ha sido la causa de que los hospitales de Cuba se hayan quedado sin médicos, ya que éstos cumplen “misiones internacionalistas” y, para ser más sincera, son cambiados por petróleo.

Pero algo ha pasado: Creo que los poderes malignos los están traicionando. Fidel como una momia encamada y sin esperanzas de resurrección; y Chávez con la cola entre las patas, lamiendo los pies del Rey de España que una vez lo mandó a callar.

Algo grande está ocurriendo. Me parece imaginar a Castro el mayor diciéndole al menor: “Esto es una maldición. Busca al Diablo, que me está traicionando”. Porque él no quiere entender que todo tiene un principio y un final; que la Naturaleza es Dios, y ésa nadie la puede cambiar.

Ya siento los cantos de sirena. Se acerca una nueva era. Algo está naciendo en los corazones de los cubanos. En verdad, ¿quién no desea la libertad? Si en las calles me preguntan: ¿Cuándo se acabará esta agonía? Y ésa es mi alegría. Los cubanos esperan el cambio.

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